jueves, 29 de junio de 2017

Crítica: MOONCHILDREN

Moonchildren para crecer

Moonchildren, la ópera prima del dramaturgo estadounidense Michael Weller, está en temporada en nuestra ciudad bajo la dirección de Paco Solís Fúster en la versión en español de Gonzalo Rodríguez Risco. El Teatro de Lucía es donde se presenta esta obra: nos brinda la historia de un grupo de estudiantes universitarios que convive en un mismo departamento y que, dentro del contexto de la guerra de Vietnam y el movimiento hippie, deberán enfrentarse con sus propios miedos y preguntas sin respuesta. Bob Rittie, en medio de tensiones propias de la convivencia, recibe una invitación para enlistarse, a la vez que recibe una fuerte noticia familiar. Todo un mundo interno de la juventud de aquel contexto violento es traído a las tablas limeñas, esta vez representado por un elenco de jóvenes  que constituyen las nuevas generaciones de actores locales.

La historia nos cuenta cómo es posible que ocho jóvenes tan diferentes entre sí conviven bajo el mismo techo, una convivencia acompañada de miedos propios de aquella generación, preguntas existenciales sobre qué hacer después de acabar la universidad, sobre qué sentido darle a sus vidas. Hay mucho énfasis en una característica en común de todos los personajes: son jóvenes que no quieren pasar desapercibidos. Todos los personajes están en la edad de las pasiones, en la etapa en la que pueden extralimitarse por una causa a la que se aferran sinceramente. Me parece interesante cómo la obra nos muestra este mundo indeciso de jóvenes universitarios que están aprendiendo sobre cómo es la vida realmente. El hecho de que la obra transcurra en un contexto de guerra nos justifica más esas ganas de tomar acción sobre sus circunstancias; por otro lado, hay un grado de individualidad en cada uno de los personajes, una sensación de desconfianza en sí mismos y en sus compañeros, cada uno nos da una imagen de seres incomprendidos. Moonchildren es un claro ejemplo de obras que hablan de las huellas de la guerra: marca tu identidad, rompe tus parámetros y redefine tu identidad (o, en el caso de la obra, cambia el nombre de uno de los personajes de “Bob” a “Job”).

El montaje de Solís Fúster tuvo los elementos suficientes para evocarnos a esa atmósfera hippie que sugiere la obra: covers de Bob Dylan, escenografía con toques vintage, ropa estilo hippie en todos los personajes; prendas que curiosamente están de moda otra vez, un punto de empatía con la obra. La historia parecía ser una sucesión de escenas ordenadas temporalmente, los cambios de escenografía entre cada una fueron muy limpios, no distraía al espectador sobre la secuencia de hechos dentro de la obra. En general, la plástica del montaje estuvo muy acertada. A nivel actoral, los personajes se notaban claramente diferentes entre sí; aunque se vio que ha habido un trabajo de construcción en todos los personajes, me quedé con ganas de ver algo más particular en cada uno de ellos. Todos eran jóvenes, universitarios, algunos graciosos, otros más serios; sin embargo, no me pareció suficiente información para poder conectar como espectador con lo que cada personaje contaba dentro de la obra.

Moonchildren, un título que remite a una sensación medio infantil, como a un árbol de frutas que aún no están listas para salir de sus ramas. Las frutas son los personajes, los que vivieron la guerra de Vietnam o cualquier otro contexto violento siendo muy jóvenes. Esta es la generación que tiene más presión social. Sin embargo, la obra invita a que el espectador se detenga a ver lo que ocurre internamente, miedos, creencias: es necesario ser una fruta verde, entender que eso es parte de un proceso de crecimiento, aquí o en cualquier contexto.

Stefany Milagros Olivos
29 de junio de 2017

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