sábado, 21 de abril de 2018

Crítica: NOVECENTO

Navegar sobre el texto

Un monólogo de fraternidad: un amigo que cuenta la vida de otro, extraordinario pianista que nunca pisó tierra firme, sino que navegó dentro de un barco toda su existencia. Así, Novecento, se construye ante nosotros, como personaje y espectáculo, desde la voz de un narrador comprometido con su relato, porque desata en él un amor inolvidable.

Sobre el escenario, el piano y el pianista que hace resonancia a las sensaciones expuestas por Jorge Armas, encargado del extenso monólogo. En su elaboración, el actor expone su bagaje técnico, encara al público con personalidad ofreciendo bailes, cambios de ritmo, juego de voces y diversas reconstrucciones corporales y posturales, para dar vida a cada personaje involucrado en la historia de Novecento. Esta propuesta, aunque plausible por su innegable esfuerzo y atrevimiento, cae por momentos en la monotonía de la forma, debido a que la extensión del texto desnuda los recursos externos y hace perder conexión entre el espectador y el narrador. La espectacularidad se torna agotadora y solo cuando Jorge deja de lado el movimiento e interioriza, ubicamos verdad en medio de las palabras.

A pesar de lo anterior, Novecento tiene momentos de gran aplomo y es cuando se explota la interacción entre Jorge y Louis, el pianista. A pesar del silencio del músico, el actor encuentra un estímulo concreto sobre el qué trabajar e inician secuencias donde el texto se torna música y el vibrar de las notas reivindica las palabras del actor. Conjeturas entre dos artes que nos guían hacia un espectáculo más sensorial que narrativo.

Por otro lado, a Novecento, como puesta en escena, le cuesta romper con su esquema de luz y color. El carácter funcional del arte monocromático, otorga unidad a la obra, pero le resta ritmo visual. Asimismo, la luz, que llena el escenario de un tenue que casi no varía y los cambios que propone suceden inorgánicos, como la sombra final que tuerce un pedazo de tela, composición que se pierde en el estatismo del texto y el color.

En definitiva, Novecento  trae consigo una historia fantástica y la dirección propone vivirla desde las destrezas del actor y el músico; en ese sentido, la interacción entre ambos funciona más que la práctica individual de cada arte, la armonía hace crecer un texto complicado. Así, Novecento tiene mucho por desarrollar y muchos recursos para hacerlo.

Bryan Urrunaga
21 de abril de 2018

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